Gozos de San Mamed – Agiografia

Que se venera en el santuario de los Milagros

Pobre y sencillo pastor
que hallaste el bien infinito:
Ruega San Mamed bendito,
ruega por el pecador.

Venid todos á cantar,
venid á ver la merced
que Dios hizo á San Mamed,
llamado así de mamar;
venid, pues, á celebrar
tan distinguido favor.

Ruega, etc.

Como el Bautista inocente,
desde tu mejor edad
pasaste en la soledad
vida santa y penitente,
encendido juntamente
de Dios en perfecto amor.

Ruega, etc.

Despreciaste en la montaña,
que lleva tu nombre ahora,
la pompa deslumbradora
que á los mundanos engaña:
una cueva es tu cabaña,
y es tu palacio mejor.

Descalzo en áspero suelo
vas de collado en collado
tus ojos en el ganado,
tu pensamiento en el cielo,
subiendo en rápido vuelo
tus cánticos al Señor.

Fue tu sabroso alimiento
en la cueva y las laderas
la leche de bravas fieras,
que á tu simple llamamiento
te la daban al momento
por mandato del Señor.

Aun cuentan los más ancianos,
aun guardan en su memoria
esta parte de tu historia,
con la cual muchos inundanos
dejan lo vano á los vanos,
y alaban al Criador.

Dejas por fin esta tierra
de envenenadas espinas
y á la región te encaminas
que la suma dicha encierra;
dando tu nombre á la sierra
donde fuiste morador.

Sobre la cumbre eminente
de tu monte en pobre ermita,
Mamed, tu imagen bendita
puso el pueblo reverente;
y culta y rústica gente
la veneró con fervor.

Al próximo monte santo
un esclavo de Maria
trasladó tu imagen pia,
donde se venera tanto,
y es del Medo nuevo encanto,
nueva gracia y gran primor.

De tu imagen solio augusto
será siempre esta montaña
venerada en toda España,
y ahora con sumo gusto
tendrá la del varon justo
con predilección y amor.

Al consagrarte su ofrenda
confian á tu cuidado
los pastores su ganado,
los labradores su hacienda;
y cada cual se encomienda
á tan claro bienhechor.

El ganado y los rebaños
guárdalos tu cuidadoso,
presérvalos bondadoso
de peste y males extraños,
y á nos en todos los años
de la reuma y del dolor.

Tus paisanos por Patrón
te distinguen desde ahora,
guíalos tu con la Señora
al puerto de salvación:
este será tu blasón,
tu mayor gloria y onor.

JOSÉ M. MARTÍNEZ
Milagros, 7 de Agosto de 1869

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